sábado, 25 de octubre de 2014

ADIOS A JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ


Ha fallecido José Antonio Núñez Blanco, un gran señor, un ejemplo de hermano, devoto de sus Titulares y apasionado de su Hermandad. En recuerdo de su memoria, hemos querido tenerle presente en la entrevista publicada en el boletín n.º 7 en la Cuaresma de 2013. Nuestro más sentido pésame a sus familiares desde los corazones de Afligidos. Descanse en paz.

La Hermandad del ayer
Entrevista al hermano José Antonio Núñez Blanco, por Javier Herrera Cortés

A menudo las cofradías suelen esmerarse y dedicar recursos en atraer a la juventud a las mismas, obedeciendo a un propio “instinto de conservación” lo cual es bueno y deseable para la propia subsistencia de la misma. No obstante lo anterior, en muchos casos tendemos a olvidarnos del pasado, obviando en muchos casos lo que nuestros mayores opinan, han vivido, y lo que es peor, lo que nos pueden ofrecer. A veces es necesario mirar atrás y ver lo que fuimos y como hemos llegado al punto en el que estamos. Creo que desde este pequeño altavoz de la Hermandad del Ayer podemos ayudar a reducir ese déficit, y saldar mínimamente esa deuda que nos queda con nuestros mayores.
 De la mano de nuestro hermano D. José Antonio Núñez Blanco, seguro que muchos cofrades de “manos arrugás y pelo cano” recordarán momentos y se sentirán retratados en sus palabras. A los demás nos queda coger lápiz y papel e impregnarnos de muchas y sabias palabras: “Nací el 13 de febrero de 1931, y tuve la desgracia que mi madre murió en el parto, inmediatamente mi abuela que vivía en la calle Sagasta n.º 50, cerca de San Lorenzo, me recogió en su casa con mi padre, y mi tía, para cuidar de mí. Y en el bautizo me apuntaron de hermano. Y así, en mi familia somos prácticamente tres generaciones de cofrades”. 
Sin solución de continuidad,nuestro hermano va dando valiosos detalles de como eran los cultos en su momento, quedando patente la devoción a los titulares, el profundo respeto a las tradiciones y la importancia de los detalles en la liturgia: “Me acuerdo que de pequeño se celebraba la novena, pero por razón de trabajo y que mi padre era ciego, no podía asistir a la misma y rezábamos en casa. Posteriormente, mi abuela era la primera que iba a la novena, se levantaba un altar portátil en el altar mayor, y yo me entretenía con los Lamet encendiendo las velas (un hermano de la cofradía me apunta que José Antonio era el encargado de leer el ejercicio de la novena durante muchos años)”. “En aquel tiempo, el día de la función se hacía una misa de comunión a las 8 y 30 de la mañana y después nos íbamos a comer churros. He de decir que en mi casa, más que los santos y los cumpleaños, lo que más se celebraba era la función de Afligidos. Después a las doce era la función, entonces el día de la función había un protocolo muy riguroso, en la sacristía el secretario nombraba a todos los representantes de las cofradías por orden de antigüedad y autoridades, tanto civiles, como eclesiásticas. En medio de la iglesia se ponía la crujía donde se colocaban todos los invitados. Después de la función, la junta de gobierno nos íbamos a almorzar. Luego, con los años la novena se cambió por un septenario, después un quinario y ahora un tríduo”.
Como buen cofrade nos muestra otros detalles que demuestra a las claras lo cuidado de los cultos en epocas pretéritas: “el maestro Escobar compuso la Endecha Mística, que interpretó  el barítono Marcos Redondo, se llenaba la iglesia hasta la calle, y yo quisiera que no se perdiera nunca en la Función Principal la interpretación de este canto ya que era precioso”. “También, sobre los años 50, como dato curioso, el padre Don Francisco Jiménez Alfaro, presidía los cultos y la Función, y los enterados al flamenco iban a escucharlo por lo bien que cantaba el prefacio, lo cantaba de maravilla, con verdadero tinte flamenco”.
Pertenecer a una cofradía, ser de una determinada hermandad, no sólo es sinónimo de cultos o procesiones, sino también como se desprende de las palabras de nuestro hermano, de una vida en comunidad, una vida en familia y por ende una vida llena de anécdotas: “Cuando se impusieron las capas, (sobre los 80), salí de mi casa con mis tres hijos vestido de penitente, y en la capa mi mujer ponía el nombre de cada uno en un letrero, pero yo no me lo quite, no me di cuenta, y me llevé por toda la calle con el letrero que decía “Papá”; salía en aquel momento la cofradía de San Juan de Dios”. “Otra anécdota se produjo cuando se instauró un nuevo escudo de la cofradía que tenía muchas cosas, y en la capa iba bordado con muchos colores, al pasar por San Antonio, el conocido como “Macarty”, le preguntó a uno: ¿y este escudo de qué es?, y le contestó: de la cofradía de Afligidos, y le dijo “Macarty”: yo creo que es el escudo de Curro el Cojo, que era el escudo de un restaurante que había en el paseo marítimo”.
Buscando el ocaso de la entrevista, hace una bonita reivindicación de lo que fue puntualmente una costumbre recogida en un acuerdo de Junta de Gobierno: “habría que buscar un acuerdo que se tomó para caso de fallecimiento de un hermano, que se mandara a la casa una bandera de la cofradía para cubrir el féretro, y que después la familia devolvía. Era un acuerdo de la Junta, de hecho con mi padre solicitamos la bandera. Convendría recordarlo y actualizarlo”. 
Y para finalizar, nuestro hermano recuerda, por un lado, con cierta nostalgia, el año en que su padre regaló las potencias del Cristo, y tuvo el honor de dar la levantá del paso el jueves santo, y por otro lado, una anécdota que hizo aflorar la sonrisa de los presentes: “un día se trajo para la novena, a un predicador, un primer espada para dar la novena, y se alojaba en casa de D. Octavio, le preguntaron de que iba a ir el sermón, y contestó que empezaría con algo referente al juicio final, y que diría “al ronco son de las trompetas...” , se sitúa el predicador en el púlpito, saluda a las autoridades, hermandades invitadas y cofrades, y poniendo una pose especial dijo: “al con son ronco de las trompetas, al ronso con ... y se lió, terminó rápidamente el sermón, se quitó de enmedio, y ni recogió la maleta del revuelo  que se formó”.
Quienes conocen a D. José Antonio, destacan su compromiso y fidelidad continua con Afligidos, que no falta a los Cultos de los Titulares, acudiendo a todos los Cabildos que se convocan y a cuantos actos se organizan, estando siempre cuando se le necesita. Podríamos decir sin temor a equívocos, un cofrade de “manos arrugás y pelo cano”, un cofrade de cuna de los Afligidos.
Gracias. 









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